viernes, 11 de octubre de 2019

Despedida en Dehesa

Miguel.

Te veo sentado en el rincón del ordenador en L-gasse en Ingolstadt. Escucho el simpático ruido de tus dedos en el teclado. Estás inmerso en tu nube de concentración. Nuestro hijo mayor todavía es muy pequeño e imagino que ya estará dormido. Es de noche, cuando hay tiempo de escribir.

...


Me cuesta escribir esta entrada. Ha pasado un año desde el párrafo de arriba. Me acuerdo de que me dijiste que yo era demasiada meticulosa haciendo las cosas, y escribiendo. Pero es que las palabras tienen valor y peso. Quiero que esto quede bien. Es una entrada para darte las gracias a ti, y de tu parte, dar las gracias a todos los que te han seguido.

La última entrada tuya, “Yo soy Espartaco” no es un final. Tiene su continuación. Igual que lo que escribiste, de alguna manera u otra, repercute en tus lectores. Igual que lo que hacemos y decimos, repercute en los que nos rodean, como círculos en el agua.

Lo que sigue es una de las continuaciones de la entrada “Yo soy Espartaco”.



El jueves 31 de mayo 2018 estoy de vuelta en la Dehesa de Navalvillar. Es la primera vez desde el paseo de “Yo soy Espartaco”; hace tanto tiempo parece.

Voy bien acompañada. La furgo argento me ha llevado (cuánto cariño la tenías), tu cámara de fotos en el cuello (como pesa!) y en la mochila, perdona si choco con con la sensibilidad de alguién, me llevo lo que físicamente queda de ti (como pesa también!). Es triste, pero dios, qué bonito. Te voy a llevar a un sitio que sé que te gusta y vas a estar rodeado de las cosas que te gustan. Madrid de un lado, la sierra del otro y muy cerca -  la base militar de fuerzas aeromóviles FAMET. El ruido de los helicópteros, cuando pasan, va a ser como canciones de cuna o nanas para ti.

Desde el parking. Empezemos. 

Parece que va a empezar a llover en cualquier momento. Qué gran espectáculo a mi alrededor. Las nubes se lanzan por el cielo en una carrera desde las montañas. Las flores crean una alfombra azul con toques amarillos y blancos en medio. Me siento pequeña en ese escenario de película, pero sí, hay sitio para mí, soy parte de ese todo. Empezamos el paseo. 






A ver si me acuerdo de cómo llegar al mirador? Allí está la entrada.


Cojo el camino bajando hacia el mirador y veo la pequeña montaña en cuya direccion tengo que dirigirme. Y ya veo el primer conejo! Y uno mas, y otro! Aquí nos quedamos un buen rato mirando la última vez y tú le mostraste las madrigueras de los conejos a los niños, a nuestros vikingos. Querían acercarse a los conejos pero sin éxito, desaparecían rápido hacia sus casitas subterráneas.



La Nikon de Miguel me ayuda a ver a los conejos de cerca. 

Cuántos de ellos se estarán escondiendo aquí? 
Vacas y pajaros que no sé nombrar, me acompañan también. El mirador se va acercando y me paro a admirar la silueta de Madrid. Tu mirada se mezcla con la mía. Cómo quiero a esta ciudad y cómo quiero a estas montañas. Este sitio será como una cuna para ti; la sierra te sujeta de un lado y Madrid del otro.




En ese mismo momento se mete algo en marcha. El sonido de un empezar, aire en movimiento, una hélice. El sonido crece y llega a mis oídos y se propaga por mi cuerpo. Se llena todo el cielo del ruído. Un helicóptero se pone en marcha y vuela por encima nuestra. Tu me lo hubieras contado todo sobre ese helicóptero. A mi me impresiona el ruído y el contraste entre naturaleza y máquina. No falta nada en éste, tu viaje final! Qué concierto! Saco la Nikon e intento capturar al helicóptero – cómo funciona el zoom!?








Al final llegamos al mirador y subimos las escaleras. Aquí te dejo volar. Qué mezcla de emociones. Es todo tan triste y tan bonito a la vez.




A la vuelta se abre el cielo y sale el sol. La naturaleza se supera y yo ya no tengo palabras. Intento capturar la luz, pero se me escapa. Ay Miguel, que no presté más atención cuando querías enseñarme la máquina de fotos!













Cuando casi estoy de vuelta en el parking, el helicóptero vuelve también. Decimos adiós por esta vez. No sé muy bien a quién dar las gracias, pero las doy. Qué aventura ha sido compartir camino contigo, Miguel. Este último paseo no fue nada diferente. Gracias!

...


Desde la primera vuelta a Navalvillar en mayo 2018 han habido otras visitas. Una a FAMET con los niños. Otra en el aniversario de tu muerte, con los niños. Otra, en el día de tu santo con la familia. También en otras ocasiones, cuando te he echado demasiado a menos. Ir al mirador y sentir la libertad, la cercanía de las montañas y de la ciudad, es un bonito momento de pasarlo contigo; un momento de recuerdos, pero también, un momento de celebrar la vida. De gozar del momento y de la existencia. Lo que tú nos enseñaste tan bien con tu increíble presencia y amor hacia la vida.

Para acabar. Una canción. Laleh, una de muchas artistas que escuchamos en nuestras viajes en la furgo. Primero pensé en la canción “Some die Young”. Hace sentido. Pero esta otra hace todavía más sentido, “En stund på jorden” o “Un momento en la tierra”. Tiene su toque de tristeza pero antes de todo es un agradecimiento a la vida, a la existencia. Laleh canta la maravilla que es participar en ese “momento en la tierra” que tenemos todos. Gracias otra vez Miguel. Me siento agradecida y afortunada de haber compartido camino contigo durante el tiempo que nos tocó. Gracias por dos hijos maravillosos y una familia española fantástica. Te quiero. 


(abajo una traducción al español)

Un momento en la tierra

Yo vi cómo éramos estrellas
y aterrizamos en el mar.
Cuando dimos los primeros pasos
desde el océano
Se me ocurrió aquella vez
que vadeamos a través del agua.

Yo me recosté en el suelo
Y le agradecí al cielo
Que pudimos pisar tierra
Que pudimos sentir la arena
Ahora podemos decir
Que hemos estado en la tierra

Sí, yo estaba allí
Lo maravilloso que era
Lo realmente maravilloso que era
Yo estaba cerca, yo estaba cerca,
Yo estaba cerca, yo estaba allí

Un momento en la tierra
Un momento en la tierra
Yo estaba cerca, yo estaba cerca,
Yo estaba cerca, yo estaba allí
Un momento en la tierra
Un momento en la tierra

Gané a las montañas
Dividí el mar
Yo era el más fuerte de nosotros
Pero sin embargo el más débil

Te tenía de la mano
cuando dejaste tus sueños
y te reconciliaste con el tiempo
te pudo ver dar las gracias a la vida
A pesar de todo

Ahora podemos decir
Que hemos estado en la tierra…
...

Y gracias a vosotros todos, maravillosos lectores de Rusadas! Miguel os tenía mucho cariño! Con orgullo, sobretodo en el inicio de su blog, fue mirando el número de lectores que iba creciendo. Gracias por vuestro apoyo a través de los comentarios tras la muerte de Miguel. Ha sido maravilloso tener la oportunidad de conoceros también. Si pasáis por Madrid un día y tenéis la oportunidad – haced el paseo al mirador de Peña Gorda. Son unos 40 minutos andando desde el parking justo después del centro militar FAMET. A ver si tenéis la suerte de ver a los helicópteros pasar encima ;-) Con amor, muchas gracias! 


/Linda 

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