lunes, 6 de abril de 2015

Viejos-nuevos enemigos

Foto Dāvis Kļaviņš
La Base Aérea Estonia de Ämari (conocida originalmente en estonio como Suurküla) se encuentra a unos 50 kilómetros al suroeste de la capital, Tallin. A algunos les sonará ya que es desde esta misma base desde la cual diferentes aparatos de la OTAN, entre ellos recientemente cazas del Ejército del Aire, realizan las llamadas patrullas de Policía Aéra del Báltico interceptando los pájaros rusos que se acercan demasiado a las delimitaciones de los tres países bálticos. Si la examinamos a vista de pájaro la base AQUÍ veremos que nos encontramos ante una base aérea bastante nueva, tan nueva que fue acondicionada durante los pasados años y abrió sus puertas a las patrullas bálticas en Abril del año pasado. No obstante las estructuras completamente retiradas o las típicas losetas que se suelen ver en todos los aeródromos soviéticos que se pueden observar en la parte Oeste de la pista delata el origen de esta base. La base de Suurküla fue fundada por la URSS en 1945 y vivió su época dorada durante los años 70 y 80 cuando desde esta base operaban unidades de Su-24, An-12 y An-26. Tras la caída de la URSS en 1991 el aeródromo siguió siendo utilizado por la Fuerza Aérea Rusa hasta 1994, año a partir del cual los estonios se hicieron con el control de la base. A partir del año 2000 una estación de radar se estableció en la base formando parte de la BALTNET (Baltic Air Surveillance Network) y ya en 2010 se decidió ampliar la pista y acondicionar la base para que sirviera de hogar a las diferentes misiones que ahí realizasen los socios atlánticos, paradójicamente, con objeto de vigilar al que habitaba estas mismas instalaciones hace no tantos años. En 2004 se instaló un monumento en la base (ESTE) bautizado como "El último vuelo" ("Viimane lend") dedicado a todos los estonios de la Fuerza Aérea caídos no obstante no es el único lugar dedicado a pilotos caídos. El caso es, y allí está la Rusada de hoy, que si uno sale de la base aérea, pone rumbo sur por la carretera y detiene su coche en el margen derecho de la carretera a unos 600 metros de la garita de entrada a la base (concretamente AQUÍ) descubrirá un pequeño sendero empedrado que se adentra en el bosque, un sendero demasiado elaborado para estar ahí, un sendero que lleva a un cementerio de pilotos de combate soviéticos que cayeron prestando servicio a la Madre Patria durante la Guerra Fría. Un inususal bosque de estabilizadores horizontales y de estrellas rojas donde viejos pilotos descansan sus huesos junto a sus viejos-nuevos enemigos. Tenéis más fotografías de este lugar en ESTA galería de Dāvis Kļaviņš.

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