Foto Federación Española de Rugby |
Ese día los jugadores del equipo sabíamos más o menos que iba a haber golpes para repartir entre todos y no se descartaba la idea de que incluso alguno acabase en el hospital. Al fin y al cabo jugábamos contra el equipo de rugby de Matemáticas, nuestro archienemigo liguero de la liga universitaria y más odiado rival. Matemáticas era un equipo durillo, no en vano casi todos sus jugadores aparte de en la Liga Universitaria tenían experiencia en la Liga Federada tras haber engrosado las filas del Canoe Rugby Club y no eran precisamente nuevos en esto del rugby tal y como pasaba en muchos otros equipos donde los jugadores se habían iniciado en el balón oval a su paso por la universidad y por tanto no tenían mucha idea.
El Canoe por entonces no pasaba por sus mejores momentos, pese a ser un clásico de la División de Honor unos años antes había perdido la plaza y dio con sus huesos en Primera Nacional, lugar en el que no esperaba pasar mucho tiempo. Pero vamos, los pocos matemáticos-canoistas que había y que marcaban alguna diferencia en la Liga Universitaria por entonces no pertenecían a la plantilla del primer equipo del Canoe, pertenecían al segundo o tercer equipo y su nivel se correspondía más o menos con el de la Liga Universitaria, la cual no se parecía en nada a la Heineken Cup.
A los matemáticos les conocíamos a todos de vista, nos habíamos partido la cara con ellos en más de una ocasión, y claro, esas cosas quieras que no unen. Cuesta olvidar la cara de ese pilier que casi te rompe la nariz de un puñetazo o de ese otro tres cuartos que te dejó una especie de autopista tatuada en la espalda labrada con mucho amor con los tacos de aluminio de sus botas.
Los "pufos", jugadores sin derecho a jugar en la liga de la Universidad llegados de Dios sabe dónde pero que aparecían por ahí suplantando a algún colega, eran habituales en este tipo de partidos, sobre todo cuando la liga o el honor de los equipos estaban en juego. Aun así raramente se pedía al árbitro comprobar con detalle la legalidad de las plantillas, digamos que existía una especie de extraño código de honor que impedía a los capitanes pedir que se cotejasen fichas de jugadores con documentos de identidad. El partido se solía aceptar tal y como venía servido. Si perdías era tu puto problema.
Pues bien, ahí estábamos todos ese día. El partido más importante del año suponía una gran movilización en el equipo y se hacía mucha presión para que todos los jugadores dados de alta en el club deportivo de la Facultad estuvieran presentes. Los estudios de tornaban completamente secundarios frente a nuestro particular Real Madrid - Barca. La masa social del club y nuestros escasos fans se encontraban igualmente representados en la vacía grada en forma de novias, ligues, colegas de clase a los que de alguna manera habíamos engañado y algún que otro jugador lesionado bebiendo cerveza como si le fuera la vida en ello.
Tras los momentos de motivación y excitación habituales en el vestuario representados en los ya clásicos berridos por parte de nuestro motivador habitual con mensaje como "vamos a matar a estos jodidos hijos de la gran puta" o "quiero que os comáis a esos cabrones" el capitán decidió que saliésemos a calentar al campo. En el otro lado del campo, sobre la línea de marca, los malditos matemáticos hacían lo propio. Esas remeras rojas y blancas encarnaban el mal en toda su dimensión. Les odiábamos y queríamos hacerles daño sobre todo porque ellos nos odiaban y querían hacernos daño a nosotros. Os juro que incluso hoy en día me acuerdo y me hierve la sangre. Entiendo querido lector que esto que estoy diciendo aparentemente carece de todo sentido pero te aseguro que en ese momento era de una lógica aplastante y tú también los hubieras odiado y querido matar.
Carrerita para calentar, sprints, estiramientos, algunos pases, una touch, unas flexiones y un poco de juego para practicar algunas jugadas. Quedan cinco minutos para que empiece el partido. El entrenador-jugador canta la alineación titular, los suplentes en la banda calentado para no quedarse fríos. Capitanes al centro, cara o cruz, moneda al aire, nos toca sacar, ellos eligen campo. El árbitro pita, los jugadores se colocan en sus posiciones: el partido va a empezar.
El árbitro indica con golpe de silbato el inicio del partido, nuestro apertura levanta la vista, mira a sus delanteros, alza el brazo y patea el balón con un drop que cae como una granada de mortero sobre la delantera rival. Su brazo erguido cayendo es el signo que esperan sus delanteros para comenzar el galope y atacar las defensas del enemigo. El partido acaba de comenzar.
Los matemáticos consiguen agarrar el balón, provocan un ruck en torno a 22 al tiempo que sus delanteros se apilan sobre el agrupamiento como trozos de carne. Mientras el número 9 matemático trata de imponer un poco de calma frente a tanta excitación. Matemáticas tiene el balón. Su medio-melé con el balón disponible frente a él levanta la vista, comprueba la posición en profundidad de su número 10 dentro de 22 y decide pasarle el balón. El apertura, un tipo al que no habíamos visto en nuestra puñetera vida, avanza un poco hacia el pase, recoge el balón con las dos manos, alza la vista al infinito y tras dejarlo caer ligeramente sobre su pierna derecha lo golpea violentamente y lo manda volando como un Sputnik a más de 50 metros provocando de esta manera una touch a 5 metros de nuestra zona de ensayo, lo que llamaríamos "una patada de libro"... espera, wait a moment, ¿qué cojones está pasando aquí?
Desde luego Cantarranas no era el lugar donde las "patadas de libro" solían prodigarse con más frecuencia. En lo que respecta al rugby todos más o menos hacíamos lo que podíamos y lo disfrutábamos (sobre todo en los terceros tiempos) pero nuestro nivel era el que era, no nos vamos a engañar, por lo que ver a un tipo coger un balón y atizarle una "patada de libro" resultó ser algo demasiado sospechoso para la gran mayoría de nosotros y hizo que se volviera loco nuestro detector de "pufos".
El tipo que había propinado semejante zapatazo era un chico de 23 primaveras, rubito de ojos claros, de unos 90 kilos y de más o menos 1'80 de estatura. No le habíamos visto nunca pero estaba claro por el patadón que metió al inocente balón Gilbert que no era trigo limpio, obviamente era carne de revisión de fichas... más aún si tenemos en cuenta que el rubito en cuestión no parecía hablar ni papa de castellano y para comunicarse con el los matemáticos se veían obligados a usar el inglés. Al finalizar el partido nos dimos cuenta que nuestro sentido arácnido no nos había engañado: el rubito que nos había torturado con sus patadas acabó metiéndonos varios ensayos y para colmo había colocado sus transformaciones entre los 3 palos con precisión milimétrica. Habíamos perdido el partido y sabíamos que los contrarios no habían sido todo lo limpios que debieran pero tocaba joderse. El partido librado en el tercer tiempo lo ganamos como siempre, en eso, a pesar de no tener bar, éramos campeones vitalicios. Pero no me quiero desviar del tema.
Ese mismo chico que durante aquella fría tarde de 1994 nos hizo morder el polvo (aunque hablando de Cantarranas sería más acertado hablar de "morder el barro" o directamente "ahogarse") vestiría más tarde, concretamente durante la Copa del Mundo de Rugby celebrada en Gales en 1999, la remera de la Selección Española de Rugby. La tercera y última (por ahora) camiseta nacional que defendió a lo largo de su vida tras defender previamente la de la Unión Soviética y la de su país natal, Ucrania.
Andrei Kovalenko , que era como se llamaba este chavalín, nació en Kiev un 12 de Junio de 1971 y a los 16 años ya estaba jugando con el primer equipo del Aviator de Kiev en la liga ucraniana. El servicio militar obligatorio provocó que Andrei tuviera que marcharse a Moscú donde pasó a formar parte del Equipo de Rugby del Ejército Soviético. A los 19 años y tras ganar una liga y dos supercopas rusas Andrei debutó con la Selección de la Unión Soviética, a la que ya había pertenecido en su categoría juvenil.
Tras la caída de la URSS Kovalenko jugó representando a Ucrania y en 1994 alguien del Canoe Rugby Club pensó que este diamante en bruto pulido en las filas del ejército soviético podría ser un buen fichaje para intentar el asalto del Canoe a la División de Honor de la liga española algo que lograrían poco después de su incorporación al club (en ESTA foto tomada celebrando el ascenso lo podéis ver en la fila inferior en el extremo derecho). El caso es que a su llegada a España ese mismo alguien debió de pensar que no estaría del todo mal que el "ruso" se aclimatase a España jugando como "pufo" en un partido en la universitaria madrileña en ese mismo equipo donde jugaban algunos jugadores del Canoe y ahí es donde los caminos de Andrei y el mío se cruzaron. Tras ese lejano partido en Cantarranas, creo que el único que Andrei jugó en ese maldito trozo de fango, Kovalenko y yo nos enfrentamos en muchas ocasiones e incluso de alguna forma que todavía no termino de entender llegamos a compartir camiseta, vestuario, hotel y viajes.
El rugby español nunca ha sido por nivel, afición, apoyo y presupuesto destino de grandes figuras del mundo del balón oval pero hay que reconocer que Andrei jugando al rugby era un fenómeno y no cuesta imaginarlo habiendo resaltado en algún equipo grande de Europa. No sé si Andrei Kovalenko fue uno de los primeros "fichajes" internacionales que se llevaron a cabo en el mundo del rugby en España pero de lo que sí que estoy seguro es que fue uno de los mejores y más rentables de la historia del rugby en España.
Jugaba bien, lideraba el juego bien y sobretodo tenía un pie que quitaba el hipo. No en vano todos los que jugaban contra el sabían que tenían posiblemente el mejor pateador de España delante suyo. A pesar del acento de agente encubierto del KGB Kovalenco era un tipo cordial, simpático, afable, le gustaba la guasa y se reía con facilidad. Nada parecido a un Danko o a un Ivan Drago, perfil al que se asemejaban más algunos otros "rusos" que acabaron recalando por el rugby español con posterioridad.
Andrei desarrolló casi toda su carrera deportiva en el Canoe y sus posteriores sucedáneos, para en 2004 trasladarse a vivir a Barcelona con su familia y acabar jugando con el BUC-USAP y con la sección de rugby del F.C. Barcelona. Aparte de en estos clubs Andrei jugó defendiendo los colores de la Selección Española entre 1998 y 2006, un total de 8 años en los que realizó una notable actuación disputando partidos importantísimos entre los que cabe destacar el célebre mundial de Gales (el único hasta la fecha al que ha llegado el combinado español) donde fue responsable de la mayoría de los puntos del combinado nacional y el partido de clasificación contra Portugal que le dio el pase a España a la Copa de Mundo gracias a los 21 puntos al pie que Kovalenko le metió a los lusos. Una historia de éxitos y patadas que han convertido a este soviético de nacimiento, ucraniano de origen y español de adopción en uno de los mejores jugadores de rugby que ha vestido la camiseta del combinado nacional español.
La última vez que vi a Andrei fue una tarde en Barcelona, habíamos jugado un partido de liga contra su equipo en la mítica Foixarda de Montjuic y estábamos tomando una cervecita al solecito ya vestiditos y duchados, de repente había que irse a toda prisa porque se iba el autobús, me despedí de él y hasta hoy. Le vi igual que siempre, la verdad, no se si sigue jugando aunque no me extrañaría nada. En fin, seguro que nos volveremos a ver algún día. Sirva esta entrada de Rusadas Ovaladas de hoy para rendir merecido homenaje a este jugador que con su patada venida del frío revolucionó el deporte del balón oval en España. AQUÍ tenéis una entrevista que le hicieron en Ñ de Rugby. Por cierto, que este sábado 1 de Febrero a las 16 horas juega España contra Rusia al rugby en el madrileño Campo Central de Ciudad Universitaria, mucha suerte.
Dos cosas:
ResponderEliminarLa primera es que por la época que comentas, ese saque de centro de tu apertura lo debió hacer con el balón apoyado, no de drop (que la regla cambió mas tarde)
Y la segunda, creo que Andrei ya no juega desde hace un par de temporadas, aunque ya sabes que los que lo llevan en la sangre nunca lo dejan del todo...jejejeje
cierto cierto
Eliminarlos efluvios del alcohol ingerido esa noche me borraron el recuerdo de la patada...
tienes razón
Ignoraba tu amor por el rugby, que viene que ni pintada ahora que empieza el 6 naciones y el 6 naciones "B". Después de esto aún te respeto más...jajaja
ResponderEliminarAlguno me iré a ver en vivo...
Eliminarya os contaré!
un saludo!
Que gigante Andrei, hace poco encontré el partido de la URSS con New Zealand XV y en ese match jugo Kovalenco como Centro...que cosas grandisimo jugador! Mencionaste Eñe de rugby, fui colaborador de Will y Phil en Zona Rugby la pagina siguiente durante varios años, firmaba como Fiji, mas que nada artículos del rugby sudamericano y rugby de Europa oriental...
ResponderEliminarBueno me despido che, un abrazo! Ignacio Cámpora
Buenas Nacho,
Eliminargracias por el apunte del NZXVII, lo colgaré lo poco que he encontrado por aquí
realmente interesante!!!
y es verdad, Andrei de centro, que bueno
Yo estuve allí!!! Y tengo dos apuntes que hacer.
ResponderEliminarEl primero es que no recuerdo que nadie hablase en inglés con él (no hacía falta hablar: si cogía el balón en 22 ya recorría todo el campo para ensayar él solito).
El segundo es que los físicos, en una vil artimaña, se saltaron el "código de honor que impedía a los capitanes pedir que se cotejasen fichas de jugadores con documentos de identidad", y pidieron el DNI de "ese Fernando M. que corre tanto". Físicas tiene el dudoso honor de ser el único equipo que ha recurrido a ello.
Aunque el resultado fue anulado en los despachos, MATEMÁTICAS GANÓ EL PARTIDO
Genial el artículo. Me ha encantado leerlo :D :D :D
Por un momento he pensado en censurar tu comentario Fran
Eliminarde todas formas lo dejaré bien visible como muestra de la vileza y de la mala baba que tenéis los matematicos y así todo el mundo sabrá quienes eran los buenos y quienes los malvados en ese campo de fango infecto aquel día de la verguenza,
Reconoce que os jodía la vistosidad y modernidad de nuestra camiseta, nuestra "esta noche hay una fiesta" final a lo Kamaté Maorí y nuestros hermosos y finos canticos de bar entre los que resaltaba una versión fina e irónica del "Ma-te-maticas rugby club"
de lo que cuentas de reclamaciones, mal perder y todo lo demás es un detalle sin importacia que no merecía la pena comentar...
un saludo!
por cierto, para cuando un veteranos? jaja, bueno, ya lo moveré con mis contactos
La introducción podría ser la misma hoy. El mismo barro, el mismo hielo, la misma mierda. Una vergüenza que 20 años después, con lo que ha cambiado España en éste tiempo, en algunas cosas todos siga como hace más de 40 años. Para muestra, un botón, bueno, bastantes botones del sábado 26 de Enero 2014 http://mivesa40.wordpress.com/2014/01/28/26-01-2014-sub2-cisneros-vs-crc/ Es Paraninfo, que está un poquito mejor que Cantarranas. Por cierto me ha gustado leer el artículo
ResponderEliminarlamentable... tienes toda la razón del mundo. La primera vez que jugué en Paraninfo debió de ser en el 89 o algo así y la última hace unos 5 años y lo único que cambió fueron los vestuarios y que vallaron las canchas de basket y pasaron a cobrar por jugar...
Eliminarlamentable